|
||
Se
acabaron los tiempos de los "dueños del mundo". Muy lejos
quedaron aquellas exitosas cumbres del Foro Económico Mundial en
las que los empresarios, estrellas de una mundialización ascendente e
imparable, les daban cátedra a ministros que venían a la estación
alpina en busca de lecciones sobre cómo dirigir. La conferencia de Davos se inició el jueves en torno del lema "Construir confianza", un tema elegido por los organizadores quienes, como gente de la comunicación que son, tienen olfato para percibir el ánimo que impera en cada momento. Con el propósito de destacar cómo la situación actual "constituye un desafío inquietante y urgente", los organizadores los entregaron a los participantes los elocuentes resultados de un sondeo realizado a 36.000 personas en 47 países. Ahí aparecen conclusiones como: "Los dirigentes de empresas están perdiendo en forma masiva la confianza del público". "De todas las categorías, los dirigentes de organizaciones no gubernamentales (ONG) son los únicos confiables para la mayoría de los ciudadanos (56%), seguidos por los líderes de la ONU y los jefes religiosos y espirituales (41% y 42%)", es otra de las constataciones; y también: "Los dirigentes de Estados Unidos tienen la peor reputación". Y como remate: "una mayoría de ciudadanos está en desacuerdo con la forma en que evoluciona el mundo". La falta de confianza en los políticos hoy también alcanza a los empresarios. A todo el mundo de los negocios. No sólo afecta a las empresas multinacionales blancos clásicos de los militantes antiglobalización que se reunen cada año en Porto Alegre, sino también, cada vez más, a las empresas grandes de cada país. Historia antigua La desconfianza en los empresarios no es, por cierto, un fenómeno nuevo ni desconocido. Siempre existió, fluctuando con los índices de desocupación, aumentando con el miedo al despido y cediendo en las etapas de reactivación y contrataciones. Siempre ha sido mucho mayor cuanto más se desciende en la escala de calificaciones Pero lo que parece nuevo en este comienzo de siglo es que la ruptura se produce en un nivel muy alto dentro de la jerarquía gerencial y que la pérdida de credibilidad de los hombres de empresa aparece radicalizada, al ponerse en duda su capacidad y su honestidad. La causa de este fenómeno es profunda y doble: proviene tanto de los asalariados como de las empresas. De los asalariados porque, aunque sea una obviedad decirlo, esta época no da por sentadas la autoridad ni la obediencia. Todo lo contrario. Debido al aumento del nivel de vida en los países desarrollados, las nuevas generaciones pueden reivindicar valores post-materialistas más individualistas y más hedonistas. Los empleados incluidos los cuadros medios cada vez tienen menos movilidad laboral y posibilidades de ascender de jerarquía. En otras palabras, muchos jóvenes tienen un espíritu mercenario y "proyectos de vida" que no pasan por la adhesión de antaño a sus empresas. Modelos cambiantes Pero este cambio de aspiraciones se ha conjugado con los errores de las propias empresas. El año 2002 fue, en este sentido, un festival . 1. La Bolsa cayó por tercer año consecutivo, primera vez que eso ocurre desde la gran crisis de 1929. Para los empresarios, que hicieron de la valorización de la acción el fundamento de su gestión, el impacto fue terrible. ¿Cómo pedir una y otra vez sacrificios al personal si la Bolsa juega al yo-yo? Y está también el derrumbe de principios estratégicos hasta hace poco considerados infalibles. ¡Crezcan, fusiónense", les decían los "mercados" a las empresas! La mayoría de las uniones terminan en fracasos que generan "destrucción de valores", según la revista BusinessWeek (14 de octubre). ¡Volver al negocio básico! ¿En cuál modelo de negocio se puede confiar si las finanzas dictan una ley tan variable y, a fin de cuentas, tan mala? Basta recordar la larga lista de escándalos contables Enron, WorldCom, Tyco y de serias volatilidades Vivendi del año pasado. 2. La reducción de costos, única regla inflexible de la gestión desde hace veinte años, condujo a un estancamiento en el management. No es posible formar, motivar, retener gente inteligente, si, por otro lado, se precariza cada vez más su situación en la empresa. 3. Saber que muchos CEO no bajaron sus remuneraciones pese a la caída de las ganancias, sino que se otorgaron nuevos aumentos, fue la gota que rebasó el vaso. El caso de Jack Welch (el mítico CEO de General Electric, que se alejó del cargo con ventajas y beneficios inimaginables, según reveló su ex-esposa) abrió la puerta del escándalo. Crisis estratégica, crisis de conducción y crisis de remuneraciones. Es difícil superar al año 2002 en su exhibición de defectos del sistema. El primer ministro Jean-Pierre Raffarin, también él un hombre mediático, acaba de señalar en la asamblea general del Medef (Movimiento Empresarial Francés) la necesidad de reconciliación con la empresa, "una palabra que, para mí, designa un valor". En Davos, los "dueños del mundo" convertidos en una suerte de "indeseables del mundo", según las encuestas, necesitan imperiosamente encontrar una nueva brújula para dirigir. Traducción de Susana Manghi Clarín 26/01/03 |