Juan José Aranguren, presidente de Shell Compañía Argentina de Petróleo
El empresario asegura que en la Argentina, como sucesor de Eduardo Duhalde,"necesitamos un revolucionario"
Afirma que en el país, hoy en día, cumplirá esa condición quien se apegue a la ley; reclama seguridad jurídica
  • Subraya que es crucial recuperar la demanda interna
  • Desmiente a quienes acusan a las empresas del sector de "llevarse toda la plata" durante la convertibilidad
En el peor año de la economía argentina, Juan José Aranguren se enfrenta con el desafío más importante de su carrera como ejecutivo: manejar los destinos de Shell en la Argentina. La compañía angloholandesa fue una de las más perjudicadas por la devaluación, la recesión y el alza de los costos del crudo.
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El empresario, que fue designado presidente de la empresa hace un par de semanas, considera que el ambiente propicio para que el país supere la crisis vendrá luego de las elecciones, con un gobierno nuevo, elegido por el pueblo. "El próximo presidente tiene que ser un revolucionario. Y ser revolucionario hoy, en la Argentina, es apegarse a la ley", dice Aranguren.
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-No asume en un momento fácil. ¿Qué se le dice a un accionista extranjero cuando su empresa pierde unos cinco millones de pesos por mes?
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-Bueno, fue un año difícil. La devaluación fue la culminación de un proceso recesivo que se inició hace cinco años. Y Shell es una empresa que sufre al país. Pero no llegó ayer a la Argentina: llegó en 1914 y queremos estar acá 88 años más. Lo que pasó en los últimos dos años no nos gusta a ninguno de nosotros. Tenemos que hacer el mayor esfuerzo para modificar la situación, pero pensando en el largo plazo. El accionista invirtió en el país más de 1400 millones de dólares, y eso no es para tomar decisiones bruscas. Sobre todo, cuando hay recursos para ser sustentables.
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-¿Qué puede pasar con las refinadoras en este contexto?
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-El problema argentino es de demanda. Mientras no se pueda recomponer la demanda interna va a ser difícil que no sólo la industria petrolera sino también otras tengan un futuro medianamente promisorio en el país. Es importante aprender de nuestros errores.
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-¿Qué puede surgir de la propia empresa para mejorar?
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-Lo primero que hay que hacer es despertar una sensación de apego a la ley. Los principios éticos son importantes para transmitir un mensaje a la sociedad. Las leyes están para mantenerse en el tiempo. Nada de lo cambio si no me sirve .
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-¿Cuál cree que es la imagen que tiene la industria petrolera entre la gente?
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-Aquel que está acostumbrado a leer, a informarse, se da cuenta de que intentamos ofrecer productos y servicios que son de utilidad. Obviamente, no es lo que todo el mundo cree. Hoy hay un grado general de insatisfacción en toda la población, generado por cuestiones que no tienen nada que ver con la industria: el sistema financiero, el hambre en Tucumán, la situación política.
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-¿Cuántas veces escuchó que las petroleras se enriquecieron en los años 90 y que ahora deberían hacer un esfuerzo?
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-Es que ése es el gran problema. Tal vez es un problema de comunicación. Cuando alguien dice las petroleras se llevaron toda la plata es necesario hacerlo con información fidedigna. ¿Qué significa llevarse toda la plata? En una empresa que ha dispuesto que sus accionistas dejen en el país 1400 millones de dólares... ¿cuál es la rentabilidad esperada para un accionista? ¿Cinco por ciento? Bueno, ese 5% son 70 millones de dólares que el accionista quiere tener como fruto de esa inversión. Y después hay que ver dónde se compite y se invierte. Porque muchas empresas pueden decir: me voy a otra parte donde tenga más seguridad jurídica. Y eligen. Tenemos que cuidar eso porque, al final, todos coinciden en que damos trabajo. Eso a nadie se le escapa. Ni aun al que dice que en los años 90 nos llevamos toda la plata, que yo creo que no es correcto. Es cuestión de ir a la Inspección General de Justicia y pedir los números de cada empresa.
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-¿Cuánto fue la rentabilidad de Shell en los últimos años?
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-Sin contar los últimos dos años, que fueron muy particulares, ha sido menor al seis por ciento. Piensen en una inversión de tipo financiero contra una comercial, como es la refinación, que tiene riesgos.
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-Habla de la ley. ¿Cree que en la Argentina no se la respeta?
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-Creo que las urgencias nos llevaron a pensar que teníamos que resolver los problemas a costa de cualquier cosa. Y una consecuencia de estar como estamos es pensar que se podían resolver de cualquier manera, y no a partir de mantener una estabilidad jurídica. Fíjense lo que pasa con nuestra industria. Hemos estado basando nuestros planes e inversiones sin tener todavía una ley de hidrocarburos. ¡Hemos sustentado todo a través de tres decretos que todos hemos considerado como el Padrenuestro! Y no nos dimos la oportunidad de crear un marco jurídico.
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-¿Y quién es el responsable?
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-Todos. La dirigencia del país. Por ineficientes, por omisión, por tener algún tipo de interés particular. Hay que resolver esos egoísmos sectoriales que tenemos. Acá no tenemos políticas de Estado. Cada cual evalúa cuál es la solución a los problemas particulares, y eso es una manta corta: tiro para un lado y me pongo contento porque me tapé, pero no me doy cuenta de que estoy destapando a otro y que lo que debería hacer, en realidad, es ampliar la manta.
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-Ese marco jurídico parece más atribuible al Congreso.
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-Pero hubo errores de todos. Puede haber habido, por ejemplo, propuestas del Poder Legislativo que no fueron consideradas aceptables para la industria. Y entonces, en lugar de discutirlo, decidimos que tal o cual proyecto durmiera el sueño de los justos. Por eso digo que las responsabilidades son compartidas. Toda la dirigencia es la responsable. Y también los ciudadanos, por elegir a quienes no deberíamos haber elegido.
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-Con esa postura, ¿queda conforme cada vez que habla con el Gobierno?
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-El Gobierno hoy está en una situación en la que tiene que resolver cosas urgentes. Y cuando uno resuelve las urgencias en lugar de resolver lo importante puede cometer errores. Sólo cuando podamos elegir democráticamente a quienes nos gobiernen podremos decir que estamos haciendo el esfuerzo para salir.
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-¿El mejor escenario no vendrá sin elecciones?
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-Es que la seguridad de cierta continuidad en el ejercicio del poder es fundamental. En una empresa, en un país. Si alguien intenta hacer un acuerdo con Shell, pero sabe que yo en dos semanas voy a estar en otro lado, se va a preocupar por saber quién va a ser mi sucesor. Esto creo que ocurre a nivel país. Y es razonable que ocurra.
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-¿Qué características debería tener el próximo presidente?
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-A mi gusto, una: el apego a la ley. El candidato que gane tiene que ser un revolucionario. Ser revolucionario hoy, en la Argentina, es apegarse a la ley. Es tan sencillo como eso. Hacer lo que ella dice, no totalmente lo contrario, y mantener las decisiones en función del bienestar común. Eso significa dar consensos, discutir en el Congreso, para tener, no ya una economía, sino una sociedad mucho más equilibrada.
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Por Francisco Olivera y Luis Cortina
LA NACION | 08/12/2002