En
el peor año de la economía argentina, Juan José Aranguren se enfrenta
con el desafío más importante de su carrera como ejecutivo: manejar
los destinos de Shell en la Argentina. La compañía angloholandesa fue
una de las más perjudicadas por la devaluación, la recesión y el alza
de los costos del crudo.
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El
empresario, que fue designado presidente de la empresa hace un par de
semanas, considera que el ambiente propicio para que el país supere la
crisis vendrá luego de las elecciones, con un gobierno nuevo, elegido
por el pueblo. "El próximo presidente tiene que ser un
revolucionario. Y ser revolucionario hoy, en la Argentina, es apegarse a
la ley", dice Aranguren.
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-No
asume en un momento fácil. ¿Qué se le dice a un accionista extranjero
cuando su empresa pierde unos cinco millones de pesos por mes?
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-Bueno,
fue un año difícil. La devaluación fue la culminación de un proceso
recesivo que se inició hace cinco años. Y Shell es una empresa que
sufre al país. Pero no llegó ayer a la Argentina: llegó en 1914 y
queremos estar acá 88 años más. Lo que pasó en los últimos dos años
no nos gusta a ninguno de nosotros. Tenemos que hacer el mayor esfuerzo
para modificar la situación, pero pensando en el largo plazo. El
accionista invirtió en el país más de 1400 millones de dólares, y
eso no es para tomar decisiones bruscas. Sobre todo, cuando hay recursos
para ser sustentables.
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-¿Qué
puede pasar con las refinadoras en este contexto?
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-El
problema argentino es de demanda. Mientras no se pueda recomponer la
demanda interna va a ser difícil que no sólo la industria petrolera
sino también otras tengan un futuro medianamente promisorio en el país.
Es importante aprender de nuestros errores.
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-¿Qué
puede surgir de la propia empresa para mejorar?
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-Lo
primero que hay que hacer es despertar una sensación de apego a la ley.
Los principios éticos son importantes para transmitir un mensaje a la
sociedad. Las leyes están para mantenerse en el tiempo. Nada de lo
cambio si no me sirve .
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-¿Cuál
cree que es la imagen que tiene la industria petrolera entre la gente?
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-Aquel
que está acostumbrado a leer, a informarse, se da cuenta de que
intentamos ofrecer productos y servicios que son de utilidad.
Obviamente, no es lo que todo el mundo cree. Hoy hay un grado general de
insatisfacción en toda la población, generado por cuestiones que no
tienen nada que ver con la industria: el sistema financiero, el hambre
en Tucumán, la situación política.
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-¿Cuántas
veces escuchó que las petroleras se enriquecieron en los años 90 y que
ahora deberían hacer un esfuerzo?
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-Es
que ése es el gran problema. Tal vez es un problema de comunicación.
Cuando alguien dice las petroleras se llevaron toda la plata es
necesario hacerlo con información fidedigna. ¿Qué significa llevarse
toda la plata? En una empresa que ha dispuesto que sus accionistas dejen
en el país 1400 millones de dólares... ¿cuál es la rentabilidad
esperada para un accionista? ¿Cinco por ciento? Bueno, ese 5% son 70
millones de dólares que el accionista quiere tener como fruto de esa
inversión. Y después hay que ver dónde se compite y se invierte.
Porque muchas empresas pueden decir: me voy a otra parte donde tenga más
seguridad jurídica. Y eligen. Tenemos que cuidar eso porque, al final,
todos coinciden en que damos trabajo. Eso a nadie se le escapa. Ni aun
al que dice que en los años 90 nos llevamos toda la plata, que yo creo
que no es correcto. Es cuestión de ir a la Inspección General de
Justicia y pedir los números de cada empresa.
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-¿Cuánto
fue la rentabilidad de Shell en los últimos años?
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-Sin
contar los últimos dos años, que fueron muy particulares, ha sido
menor al seis por ciento. Piensen en una inversión de tipo financiero
contra una comercial, como es la refinación, que tiene riesgos.
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-Habla
de la ley. ¿Cree que en la Argentina no se la respeta?
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-Creo
que las urgencias nos llevaron a pensar que teníamos que resolver los
problemas a costa de cualquier cosa. Y una consecuencia de estar como
estamos es pensar que se podían resolver de cualquier manera, y no a
partir de mantener una estabilidad jurídica. Fíjense lo que pasa con
nuestra industria. Hemos estado basando nuestros planes e inversiones
sin tener todavía una ley de hidrocarburos. ¡Hemos sustentado todo a
través de tres decretos que todos hemos considerado como el
Padrenuestro! Y no nos dimos la oportunidad de crear un marco jurídico.
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-¿Y
quién es el responsable?
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-Todos.
La dirigencia del país. Por ineficientes, por omisión, por tener algún
tipo de interés particular. Hay que resolver esos egoísmos sectoriales
que tenemos. Acá no tenemos políticas de Estado. Cada cual evalúa cuál
es la solución a los problemas particulares, y eso es una manta corta:
tiro para un lado y me pongo contento porque me tapé, pero no me doy
cuenta de que estoy destapando a otro y que lo que debería hacer, en
realidad, es ampliar la manta.
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-Ese
marco jurídico parece más atribuible al Congreso.
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-Pero
hubo errores de todos. Puede haber habido, por ejemplo, propuestas del
Poder Legislativo que no fueron consideradas aceptables para la
industria. Y entonces, en lugar de discutirlo, decidimos que tal o cual
proyecto durmiera el sueño de los justos. Por eso digo que las
responsabilidades son compartidas. Toda la dirigencia es la responsable.
Y también los ciudadanos, por elegir a quienes no deberíamos haber
elegido.
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-Con
esa postura, ¿queda conforme cada vez que habla con el Gobierno?
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-El
Gobierno hoy está en una situación en la que tiene que resolver cosas
urgentes. Y cuando uno resuelve las urgencias en lugar de resolver lo
importante puede cometer errores. Sólo cuando podamos elegir democráticamente
a quienes nos gobiernen podremos decir que estamos haciendo el esfuerzo
para salir.
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-¿El
mejor escenario no vendrá sin elecciones?
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-Es
que la seguridad de cierta continuidad en el ejercicio del poder es
fundamental. En una empresa, en un país. Si alguien intenta hacer un
acuerdo con Shell, pero sabe que yo en dos semanas voy a estar en otro
lado, se va a preocupar por saber quién va a ser mi sucesor. Esto creo
que ocurre a nivel país. Y es razonable que ocurra.
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-¿Qué
características debería tener el próximo presidente?
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-A
mi gusto, una: el apego a la ley. El candidato que gane tiene que ser un
revolucionario. Ser revolucionario hoy, en la Argentina, es apegarse a
la ley. Es tan sencillo como eso. Hacer lo que ella dice, no totalmente
lo contrario, y mantener las decisiones en función del bienestar común.
Eso significa dar consensos, discutir en el Congreso, para tener, no ya
una economía, sino una sociedad mucho más equilibrada.
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Por Francisco Olivera y Luis Cortina
LA
NACION | 08/12/2002 |