Durante
años, Eduardo J. Padilla, médico psiquiatra y psicoanalista, se ha
dedicado a estudiar las consecuencias que tiene el abuso emocional,
caracterizado por conductas sutilmente violentas, en el desarrollo de
las personas, especialmente los niños, sus principales víctimas.
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Pero
en los últimos tiempos empezaron a llamar su atención los paralelos
que había entre la sintomatología que el abuso emocional produce en
las personas individualmente por motivos de descuido, abandono o
negligencia, y la que se está detectando en la sociedad en su conjunto:
desánimo generalizado, depresión, pérdida de la capacidad de una
anticipación positiva de lo que habrá de suceder, sensación de falta
de futuro, de mera supervivencia.
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Esta
circunstancia impulsó a Padilla, presidente de la Fundación Familia y
Comunidad, a dedicar la jornada anual de la entidad -que se realizó
ayer- a reflexionar sobre lo que él describe como abuso emocional
social: una sensación de orfandad producto de un debilitamiento de los
vínculos entre las personas y las instituciones de la sociedad en que
se vive.
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"Nos
propusimos saber más sobre la manera en que está afectando nuestra
vida cotidiana la sensación general de no contar con las figuras
comunitarias "más fuertes o más sabias" en la organización
nacional, que nos haga sentir la seguridad de una base llamada "la
nación" -afirma Padilla-. Al mismo tiempo, intentamos proponer
soluciones o, por lo menos, recursos que permitan mitigar sus efectos dañinos."
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Padilla
sostiene que si el extremo más fuerte de una situación vincular, esto
es, el que tiene mayor poder, como es el caso de los que dirigen un país,
falla en su función de cuidado y hace sentir a los gobernados que se
encuentran en situación de desamparo, los síntomas que empiezan a
mostrarse son similares a los que presentan los individuos que sufren
los mismos avatares en la situación bipersonal cuando ha habido algún
tipo de abuso emocional.
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¿Cuáles
son esos síntomas? "Depresión, detención o inhibición del
crecimiento y desarrollo en los niños, aumento de la agresividad,
hetero o autodirigida, ruptura del tejido comunitario y de la
solidaridad. La gente tiende a replegarse sobre sí como autoprotección,
volviéndose más egocéntrica y menos altruista, se registran conductas
desorganizadas y una regresión a niveles primarios para subsistir, con
relegación de los valores y de la cultura", concluye Padilla.
Por Carmen María Ramos
Para LA NACION
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El modelo del attachment
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Según
Padilla, para que el abuso sea posible debe haber alguien que está en
una situación relativa de mayor poder que otro. Este último puede
estar necesitando al otro para crecer, desarrollarse y adquirir un poder
que lo habilite en la vida. Un modelo de ello es la fase de ligadura
entre el niño y sus primeras figuras significativas.
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"Pero
este vínculo, o attachment, es un paradigma de vinculación que
nos acompaña toda la vida y es una forma de conducta relacionada con la
búsqueda de proximidad con una "base" desde la cual nos
podemos sentir más seguros -dice-. El problema es que aquí las
instituciones han caído en el mayor descrédito, lo que amenaza nuestra
supervivencia", alerta .
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Con
respecto a la jornada, Padilla consideró útil desarrollar más que
otras veces la idea de abuso emocional en los niños, los ancianos, los
discapacitados, pero -a su entender- ignorar la urgencia de lo que se ha
llamado "un país en riesgo de disolución" habría sido una típica
actitud de abuso emocional por descuido, abandono, negligencia, y esto
los decidió a este enfoque dejando el resto para otros momentos.
LA NACION |
05/10/2002 |